viernes, 26 de febrero de 2010

La ajedrecista trapezoidal





8 AM
Apuro una copa de wisky en el bar de siempre.
La niebla matinal trae las noticias habituales, nada nuevo, otro circo que promete un espectáculo mejor que el anterior, estoy cansado de estos farsantes, estos artistillas performistas venidos a menos... pero hoy me apetece ir al circo, dicen que hay una trapecista que juega al ajedrez.

Le digo a Bernini que ponga la copa en mi cuenta, me calzo el sombrero de sabueso, recojo el abrigo y mi pequeña moleskine... y salgo con paso titubeante y con cierta curiosidad a la calle, me han dicho que el circo ya esta en Montparnasse.

La entrada no fue nada barata... y por un momento me arrepentí de haberme decidido a ir, últimamente mis fondos escaseaban y ya era la segunda vez que le pedía a Jusephe un préstamo, pero ya estaba de nuevo dentro de aquel baúl de los recuerdos ambulante, aunque la distribución no era la misma, el espacio era amplio, la carpa, repleta de remiendos de colores, tenia algo hipnótico, tal vez fuese por el olor a incienso que anegaba el éter de la estancia remplazando el olor vicioso de la multitud, pero por un instante tuve una breve experiencia sinestetica al contemplar los colores.

Tras encontrar donde poder sentarme me dispuse a "disfrutar del espectáculo"...
Ya salen los payasos al primer acto, la estulticia arranca aplausos de la muchedumbre ignorante... después llegan los animales amaestrados, el mago lleno de trucos baratos y el hombre bala... parece que nada ha cambiado... me duele el bolsillo de nuevo y no puedo evitar una pequeña crisis nerviosa... pero entonces:

-Señoras y señores, con todos ustedes ¡La Trapecista que juega al ajedrez!- una voz metálica resuena desde lo profundo de un megáfono de latón anunciando la novedad...

Contunuara...


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